El impacto negativo que el uso de la tierra en explotaciones ganaderas causa sobre el medio ambiente, es una de las más grandes preocupaciones actuales. La implementación de una ganadería sostenible en donde se prevengan, eviten o se mitiguen las consecuencias de la producción pecuaria, se ha vuelto una prioridad.
La producción animal es responsable de al menos el 18% de los gases que producen efecto invernadero, degradación de terrenos, contaminación de agua y pérdida de biodiversidad. Y el problema tiende a ser cada vez más grave, debido a un aumento creciente del consumo de carne y lácteos provenientes de la producción ganadera.
Igualmente, la ganadería ocupa una gran parte del área productiva del planeta, desplazando incluso a algunos cultivos, debido a que su explotación se hace de forma extensiva, es decir, sin mayor control del entorno del animal, como sería en el caso de la ganadería intensiva que también se conoce como estabulada.
Los gases producidos por la ganadería son: gas carbónico CO2, metano y nitrógeno. La implementación de ganadería intensiva pero sostenible reduciría la emisión de gas carbónico proveniente de la deforestación. Cambios en la nutrición de los animales y tratamiento al estiércol de los mismos redundarían en reducción de las emisiones de metano e hidrógeno.
Por otra parte, la pérdida de la biodiversidad se puede frenar al integrar sistemas de producción en los llamados sistemas silvopastoriles, los cuales comprenden la siembra de especies forestales leñosas bajos las cuales conviven las especies forrajeras.
La misma demanda del mercado de carnes y lácteos presiona hacia sistemas de producción más eficientes para cubrirla en cantidad y calidad, lo que llevará la producción intensiva pero obligatoriamente de una manera sostenible.
Los ganaderos deberán enfocar sus esfuerzos hacia este gran cambio, ya que la sociedad y el mercado así lo están requiriendo.